Hola Mundo

Para (casi) todo en esta vida, más árboles.

Imagen freepik.

El componente arbóreo actúa en varias esferas de la vida en el planeta. La urgencia de conservar las florestas naturales es un aspecto que llama mucho la atención de la sociedad en general. Sin embargo, no debemos olvidarnos de valorar el comportamiento de los árboles en el medio antrópico, urbano y rural.

En las ciudades se perciben más fácilmente sus beneficios, ya que aportan belleza, protección a la fauna, sombra, etc

En las zonas rurales, esta ecuación es más compleja, ya que los árboles suelen ser vistos como limitantes de la eficiencia de los sistemas agrícolas, sin tener en cuenta que pueden actuar de forma muy eficiente en la diversificación de los diferentes sistemas productivos en las propiedades rurales (sistemas forestales y agroforestales) y son la única vía, en la mayoría de los paisajes (excepto paisajes de campos), para la recomposición de áreas de preservación permanente y para la implementación de reservas legales y su entorno.

En esas zonas rurales, el componente arbóreo cobra mayor importancia cuanto mayor es la fragilidad ambiental de los paisajes locales, pudiendo posibilitar los servicios ambientales mínimamente esperados de estos paisajes, especialmente los asociados a la regulación del ciclo hidrológico y la desaceleración de la pérdida de sedimentos y nutrientes de áreas antropizadas (erosión de cultivos agrícolas). En una encuesta en cultivo, la inserción de árboles (no al azar, sino lógicamente), permitirá que los bosques fluviales (áreas de preservación permanente) también mantengan su eficiencia en la protección de los recursos hídricos superficiales y como corredores de fauna y flora, uniendo fragmentos más grandes de vegetación natural (como áreas de reserva legal). Esta matemática, aunque sencilla (lo que no quiere decir fácil de implementar), genera mucho conflicto, la desinformación viaja más rápido que el sentido común, donde no se consideran prácticas que puedan traer una mejor calidad de vida a toda la población de una región.

Finalmente, recordémonos que los árboles tienen una plasticidad de adaptación que les permite ser introducidos en terrenos (suelos) donde la agricultura más intensiva (especialmente la agricultura de granos, con un fuerte componente de mecanización en sus diversas etapas) no es factible, como por ejemplo en suelos poco profundos, pedregosos y con mucha pendiente.

Que nuestros paisajes tengan cada vez más árboles, y como ya se mencionó, que estén en sus hábitats naturales, en las ciudades y coherentemente insertos en las actividades productivas rurales.

João Bosco Vasconcellos Gomes – Agrónomo EMBRAPA y miembro del Consejo del IRN.

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